"Ayuna durante el día y reza durante la noche en Ramadán"
La verdadera musulmana ayuna el mes de Ramadân y su alma entera se llena de fe: “A quien ayune Ramadân con fe y esperanza de ser recompensado le serán perdonados todos sus pecados anteriores”. La creyente tiene la actitud de alguien que ayuna honestamente, cuyas facultades se mantienen alejadas de toda clase de pecados que puedan invalidar el ayuno o disminuir su recompensa. Si ella se encuentra expuesta a las tentativas de hostilidad o discusión, sigue el consejo dado por el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) a los hombres y mujeres ayunantes: “Cuando alguno de vosotros esté ayunando no debe pronunciar palabras groseras ni levantar su voz encolerizado. Si alguien lo provoca o lo agrede, debe decir: Estoy ayunando”. Dijo también: “Quien no abandone el discurso hipócrita ni las malas acciones sepa que Allâh no tiene necesidad de que deje de comer y beber”
Durante Ramadân, la fiel musulmana siente que está inmersa en la atmósfera de un mes distinto de cualquier otro, en el que las buenas acciones deben ser multiplicadas y los portales de la felicidad se abren a lo ancho. Ella sabe que su ayuno durante este mes sagrado debe ser solamente para Allâh, pues la recompensa de Allâh, El Generoso y El Magnificente, es más grande y más vasta que lo que cualquiera se pudiera imaginar.
“Todas las obras buenas de los hijos de Âdam serán multiplicadas de diez a setecientas veces. Allâh dijo: “Excepto por el ayuno, pues se hace por Mí y Yo soy Quien lo recompensa; ya que ellos abandonan las pasiones y la comida por Mí”. El ayunante tiene dos momentos de alegría: Uno cuando finaliza su ayuno y el otro cuando se encuentra con su Señor. Ciertamente, el mal aliento que proviene de la boca del ayunante es más placentero a Allâh que el perfume del almizcle”
Por lo tanto, la musulmana prudente debe lograr un equilibrio razonable durante este bendito mes tan corto entre sus obligaciones domésticas y la oportunidad que trae este mes para estar más cerca de Allâh, a través de la adoración y las buenas acciones. Por ello, no debe dejar que sus quehaceres domésticos la distraigan de realizar las oraciones obligatorias en los tiempos fijados, o de leer el Qurân, o de rezar las oraciones voluntarias. Ni tampoco debe dejar que las tradicionales reuniones nocturnas de la familia le impidan levantarse en la noche para rezar el Qiyâmul-Lail y el Tahaÿÿud, o de hacer Du‘â. Ella sabe la gran recompensa y el perdón abundante que Allâh ha preparado para quienes permanezcan levantados para orar durante las noches en Ramadân: “Quien pase la noche en oración durante el mes de Ramadân, solamente por la fe y la esperanza de recompensa, le serán perdonados todos sus pecados anteriores”.
El Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) solía esforzarse en realizar más buenas obras durante Ramadân que en otros períodos, especialmente durante los últimos diez días del mismo. Dijo ‘Â'ishah (radiallâhu ‘anha): “El Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) solía esforzarse durante Ramadân, especialmente en los últimos días de este mes, más de lo que acostumbraba en otros períodos”. ‘Â'ishah (radiallâhu ‘anha) también dijo: “Cuando comenzaban los últimos diez días de Ramadân, el Mensajero de Allâh permanecía levantado durante toda la noche, despertaba a su familia, se esforzaba con mayor vigor y se abstenía de las relaciones conyugales”.
El Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam), solía ordenar a los musulmanes que buscarán Lailatul-Qadr (la noche del decreto), y los alentaba a pasar esa noche en oración: “Buscad Lailatul-Qadr durante los últimos diez días de Ramadân”. Dijo también: “Quien pase la noche de Lailatul-Qadr en oración y alabanza, únicamente por la fe y la esperanza de recompensa, ciertamente todos sus pecados precedentes le serán perdonados”.
Este bendito mes es un tiempo dedicado exclusivamente a la adoración. La musulmana de mentalidad seria no tiene tiempo para la charla u otras ocupaciones banales a lo largo de la noche. Ella no debe estar entre quienes desperdician toda la noche, hasta que se aproxima el alba, después de lo cual ofrecen a su familia algo para comer y caen en un profundo sueño y hasta pueden llegar a perder la oración del Faÿr.
La fiel musulmana y su familia deben llevar una vida islámica durante Ramadân, esforzándose en organizarse a sí misma, de tal forma que cuando sus familiares regresen de realizar la oración del Tarâwîh en la Mezquita (oración voluntaria que se realiza todas las noches del mes de Ramadân), no permanezcan levantados por demasiado tiempo, ya que en pocas horas se despertarán para rezar el Qiyâmul-Lail y luego comerán el Suhûr, pues el Profeta nos prescribió comer el Suhûr por el beneficio que hay en él: “Comed el Suhûr, pues hay bendición en ello”.
La fiel creyente ayuda a todos los miembros de su familia a levantarse para elSuhûr, obedeciendo el mandato del Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam), y con la confianza de obtener las bendiciones del Suhûr, tales como el recordatorio de rezar el Qiyâmul-Lail y el estímulo de ir a la Mezquita para rezar el Faÿr en congregación, así como también los beneficios físicos del fortalecimiento del cuerpo para el día del ayuno. Esto es lo que el Profeta (sallallâhu ‘alaihi wa sallam) solía hacer, e instruyó a sus compañeros a hacerlo de igual modo. Zaid Ibn Zâbit (radiallâhu ‘anhu) dijo: “Comíamos el Suhûr con el Mensajero de Allâh (sallallâhu ‘alaihi wa sallam), luego nos levantábamos a rezar. Alguien preguntó: ¿Cuánto tiempo había entre esos dos momentos? Él respondió: “Cincuenta aleyas (es decir el tiempo necesario para recitar cincuenta aleyas)"
No hay duda alguna de que Allâh, aumentará las recompensas de la creyente musulmana que se convierta en vehículo para su familia, al llevar esas bendiciones durante el mes de Ramadân: “En cambio, quienes crean y obren rectamente sepan que recompensaremos todas sus obras” (Sûrah Al Kahf [18], âyah 30).
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